viernes, 28 de octubre de 2016

TEXTOS FOLCLÓRICOS, SELECCIÓN Y ADAPTACIÓN


Una de las cosas que decía Perrault en una de sus adaptaciones de un texto folclórico es que “mientras existan en el mundo criaturas y haya madres y abuelas que narren aventuras, estará su recuerdo conservado”. Y por eso quiero dejar recaer en esta frase la importancia de la literatura folclórica; de la transmisión de generación de esas historias, esos cuentos, esas frases que recitabas antes de ir a la cama y que todas ellas tienen su origen en la literatura folclórica.
Quien no ha recitado nunca las típicas frases de:

“Cuatro esquinitas tiene mi cama,
cuatro angelitos que me la guardan
dos a los pies/dos a la cabeza
y la Virgen María
es mi compañera
y me dice duerme bien
descansa y reposa
y que esta noche no te pase ninguna cosa”.

Como futura maestra creo que es muy importante dar a conocer a los niños estas historias, que en muchos de los casos se han visto tapadas por el gran fenómeno “Disney”, y que pueden aportar, siempre que sepamos adaptarlas bien, muchas enseñanzas a nuestros alumnos así como gran conocimiento literario.
Por eso he querido destacar algunos de estos cuentos folclóricos, recogidos por escritores como los Hermanos Grimm o Perrault.

"PIEL DE ASNO"

Érase una vez un rey tan famoso, tan amado por su pueblo, tan respetado por todos sus vecinos, que de él podía decirse que era el más feliz de los monarcas. Su dicha se confirmaba aún más por la elección que hiciera de una princesa tan bella como virtuosa; y estos felices esposos vivían en la más perfecta unión. De su casto himeneo había nacido una hija dotada de encantos y virtudes tales que no se lamentaban de tan corta descendencia.
La magnificencia, el buen gusto y la abundancia reinaban en su palacio. Los ministros eran hábiles y prudentes; los cortesanos virtuosos y leales, los servidores fieles y laboriosos. Sus caballerizas eran grandes y llenas de los más hermosos caballos del mundo, ricamente enjaezados. Pero lo que asombraba a los visitantes que acudían a admirar estas hermosas cuadras, era que en el sitio más destacado un señor asno exhibía sus grandes y largas orejas. Y no era por capricho sino con razón que el rey le había reservado un lugar especial y destacado. Las virtudes de este extraño animal merecían semejante distinción, pues la naturaleza lo había formado de modo tan extraordinario que su pesebre, en vez de suciedades, se cubría cada mañana con hermosos escudos y luises de todos tamaños, que eran recogidos a su despertar.
Pues bien, como las vicisitudes de la vida alcanzan tanto a los reyes como a los súbditos, y como siempre los bienes están mezclados con algunos males, el cielo permitió que la reina fuese aquejada repentinamente de una penosa enfermedad para la cual, pese a la ciencia y a la habilidad de los médicos, no se pudo encontrar remedio.
La desolación fue general. El rey, sensible y enamorado a pesar del famoso proverbio que dice que el matrimonio es la tumba del amor, sufría sin alivio, hacía encendidos votos a todos los templos de su reino, ofrecía su vida a cambio de la de su esposa tan querida; pero dioses y hadas eran invocados en vano.
La reina, sintiendo que se acercaba su última hora, dijo a su esposo que estaba deshecho en llanto:
—Permíteme, antes de morir, que te exija una cosa, si quisieras volver a casarte…
A estas palabras el rey, con quejas lastimosas, tomó las manos de su mujer, las bañó de lágrimas, y le aseguro que estaba de más hablarle de un segundo matrimonio:
—No, no —dijo por fin— mi amada reina, háblame más bien de seguirte.
—El Estado —repuso la reina con una firmeza que aumentaba las lamentaciones de este príncipe—, el Estado que exige sucesores ya que sólo te he dado una hija, debe apremiarte para que tengas hijos que se te parezcan; mas te ruego, por todo el amor que me has tenido, no ceder a los apremios de tus súbditos sino hasta que encuentres una princesa más bella y mejor que yo. Quiero tu promesa, y entonces moriré contenta.
Es de presumir que la reina, que no carecía de amor propio, había exigido esta promesa convencida de que nadie en el mundo podía igualarla, y se aseguraba de este modo que el rey jamás volviera a casarse. Finalmente, ella murió. Nunca un marido hizo tanto alarde: llorar, sollozar día y noche, menudo derecho que otorga la viudez, fue su única ocupación.
Los grandes dolores son efímeros. Además, los consejeros del Estado se reunieron y en conjunto fueron a pedirle al rey que volviera a casarse.
Esta proposición le pareció dura y le hizo derramar nuevas lágrimas. Invocó la promesa hecha a la reina, y los desafió a todos a encontrar una princesa más hermosa y más perfecta que su difunta esposa, pensando que aquello era imposible.
Pero el consejo consideró tal promesa como una bagatela, y opinó que poco importaba la belleza, con tal que una reina fuese virtuosa y nada estéril; que el Estado exigía príncipes para su tranquilidad y paz; que, a decir verdad, la infanta tenía todas las cualidades para hacer de ella una buena reina, pero era preciso elegirle a un extranjero por esposo; y que entonces, o el extranjero se la llevaba con él o bien, si reinaba con ella, sus hijos no serían considerados del mismo linaje y además, no habiendo príncipe de su dinastía, los pueblos vecinos podían provocar guerras que acarrearían la ruina del reino. El rey, movido por estas consideraciones, prometió que lo pensaría.
Efectivamente, buscó entre las princesas casaderas cuál le podría convenir. A diario le llevaban retratos atractivos; pero ninguno exhibía los encantos de la difunta reina. De este modo, no tomaba decisión alguna.
Por desgracia, empezó a encontrar que la infanta, su hija, era no solamente hermosa y bien formada, sino que sobrepasaba largamente a la reina su madre en inteligencia y agrado. Su juventud, la atrayente frescura de su hermosa piel, inflamó al rey de un modo tan violento que no pudo ocultárselo a la infanta, diciéndole que había resuelto casarse con ella pues era la única que podía desligarlo de su promesa.
La joven princesa, llena de virtud y pudor, creyó desfallecer ante esta horrible proposición. Se echó a los pies del rey su padre, y le suplicó con toda la fuerza de su alma, que no la obligara a cometer un crimen semejante.
El rey, que estaba empecinado con este descabellado proyecto, había consultado a un anciano druida, para tranquilizar la conciencia de la joven princesa. Este druida, más ambicioso que religioso, sacrificó la causa de la inocencia y la virtud al honor de ser confidente de un poderoso rey. Se insinuó con tal destreza en el espíritu del rey, le suavizó de tal manera el crimen que iba a cometer, que hasta lo persuadió de estar haciendo una obra pía al casarse con su hija.
El rey, halagado por el discurso de aquel malvado, lo abrazó y salió más empecinado que nunca con su proyecto: hizo dar órdenes a la infanta para que se preparara a obedecerlo.
La joven princesa, sobrecogida de dolor, pensó en recurrir a su madrina, el hada de las Lilas. Con este objeto, partió esa misma noche en un lindo cochecito tirado por un cordero que sabía todos los caminos. Llegó a su destino con toda felicidad. El hada, que amaba a la infanta, le dijo que ya estaba enterada de lo que venía a decirle, pero que no se preocupara: nada le podía pasar si ejecutaba fielmente todo lo que le indicaría.
—Porque, mi amada niña —le dijo— sería una falta muy grave casarte con tu padre; pero, sin necesidad de contradecirlo, puedes evitarlo: dile que para satisfacer un capricho que tienes, es preciso que te regale un vestido color del tiempo. Jamás, con todo su amor y su poder, podrá lograrlo.
La princesa le dio las gracias a su madrina, y a la mañana siguiente le dijo al rey su padre lo que el hada le había aconsejado y reiteró que no obtendrían de ella consentimiento alguno hasta tener el vestido color del tiempo.
El rey, encantado con la esperanza que ella le daba, reunió a los más famosos costureros y les encargó el vestido bajo la condición de que si no lo eran capaces de realizar,  los haría ahorcar a todos.
No tuvo necesidad de llegar a ese extremo: a los dos días trajeron el tan ansiado traje. El firmamento no es de un azul más bello, cuando lo circundan nubes de oro, que este hermoso vestido al ser desplegado. La infanta se sintió toda acongojada y no sabía cómo salir del paso. El rey apremiaba la decisión. Hubo que recurrir nuevamente a la madrina quien, asombrada porque su secreto no había dado resultado, le dijo que tratara de pedir otro vestido del color de la luna.
El rey, que nada le podía negar a su hija, mandó buscar a los más diestros artesanos, y les encargó en forma tan apremiante un vestido del color de la luna, que entre ordenarlo y traerlo no mediaron ni veinticuatro horas. La infanta, más deslumbrada por este soberbio traje que por la solicitud de su padre, se afligió desmedidamente cuando estuvo con sus damas y su nodriza.
El hada de las Lilas, que todo lo sabía, vino en ayuda de la atribulada princesa y le dijo:
—O me equivoco mucho, o creo que si pides un vestido color del sol lograremos desalentar al rey tu padre, pues jamás podrán llegar a confeccionar un vestido así.
La infanta estuvo de acuerdo y pidió el vestido; y el enamorado rey entregó sin pena todos los diamantes y rubíes de su corona para ayudar a esta obra maravillosa, con la orden de no economizar nada para hacer esta prenda semejante al sol. Fue así que cuando el vestido apareció, todos los que lo vieron desplegado tuvieron que cerrar los ojos, tan deslumbrante era.
¡Cómo se puso la infanta ante esta visión! Jamás se había visto algo tan hermoso y tan artísticamente trabajado. Se sintió confundida; y con el pretexto de que a la vista del traje le habían dolido los ojos, se retiró a su aposento donde el hada la esperaba, de lo más avergonzada. Fue peor aún, pues al ver el vestido color del sol, se puso roja de ira.
—¡Oh!, como último recurso, hija mía, —le dijo a la princesa— vamos a someter al indigno amor de tu padre a una terrible prueba. Lo creo muy empecinado con este matrimonio, que él cree tan próximo; pero pienso que quedará un poco aturdido si le haces el pedido que te aconsejo: la piel de ese asno que ama tan apasionadamente y que subvenciona tan generosamente todos sus gastos. Ve, y no dejes de decirle que deseas esa piel.
La princesa, encantada de encontrar una nueva manera de eludir un matrimonio que detestaba, y pensando que su padre jamás se resignaría a sacrificar su asno, fue a verlo y le expuso su deseo de tener la piel de aquel bello animal.
Aunque extrañado por este capricho, el rey no vaciló en satisfacerlo. El pobre asno fue sacrificado y su piel galantemente llevada a la infanta quien, no viendo ya ningún otro modo de esquivar su desgracia, iba a caer en la desesperación cuando su madrina acudió.
—¿Qué haces, hija mía? —dijo, viendo a la princesa arrancándose los cabellos y golpeándose sus hermosas mejillas—. Este es el momento más hermoso de tu vida. Cúbrete con esta piel, sal del palacio y parte hasta donde la tierra pueda llevarte: cuando se sacrifica todo a la virtud, los dioses saben recompensarlo. ¡Parte! Yo me encargo de que todo tu tocador y tu guardarropa te sigan a todas partes; dondequiera que te detenga, tu cofre conteniendo vestidos, alhajas, seguirá tus pasos bajo tierra; y he aquí mi varita, que te doy: al golpear con ella el suelo cuando necesites tu cofre, éste aparecerá ante tus ojos. Mas, apresúrate en partir, no tardes más.

La princesa abrazó mil veces a su madrina, le rogó que no la abandonara, se revistió con la horrible piel luego de haberse refregado con hollín de la chimenea, y salió de aquel suntuoso palacio sin que nadie la reconociera.

La ausencia de la infanta causó gran revuelo. El rey, que había hecho preparar una magnífica fiesta, estaba desesperado e inconsolable. Hizo salir a más de cien guardias y más de mil mosqueteros en busca de su hija; pero el hada, que la protegía, la hacía invisible a los más hábiles rastreos. De modo que al fin hubo que resignarse.
Mientras tanto, la princesa caminaba. Llegó lejos, muy lejos, todavía más lejos, en todas partes buscaba un trabajo. Pero, aunque por caridad le dieran de comer, la encontraban tan mugrienta qué nadie la tomaba.
Andando y andando, entró a una hermosa ciudad, a cuyas puertas había una granja; la granjera necesitaba una sirvienta para lavar la ropa de cocina, y limpiar los pavos y las pocilgas de los puercos. Esta mujer, viendo a aquella viajera tan sucia; le propuso entrar a servir a su casa, lo que la infanta aceptó con gusto, tan cansada estaba de todo lo que había caminado.
La pusieron en un rincón apartado de la cocina donde, durante los primeros días, fue el blanco de las groseras bromas de la servidumbre, así era la repugnancia que inspiraba su piel de asno.
Al fin se acostumbraron; además, ella ponía tanto empeño en cumplir con sus tareas que la granjera la tomó bajo su protección. Estaba encargada de los corderos, los metía al redil cuando era preciso: llevaba a los pavos a pacer, todo con una habilidad como si nunca hubiese hecho otra cosa. Así pues, todo fructificaba bajo sus bellas manos.
Un día estaba sentada junto a una fuente de agua clara, donde deploraba a menudo su triste condición. Se le ocurrió mirarse: la horrible piel de asno que constituía su peinado y su ropaje, la espantó. Avergonzada de su apariencia, se refregó hasta que se sacó toda la mugre de la cara y de las manos, las que quedaron más blancas que el marfil, y su hermosa tez recuperó su frescura natural.
La alegría de verse tan bella le provocó el deseo de bañarse, lo que hizo; pero tuvo que volver a ponerse la indigna piel para volver a la granja. Felizmente, el día siguiente era de fiesta; así pues, tuvo tiempo para sacar su cofre, arreglar su apariencia, empolvar sus hermosos cabellos y ponerse su precioso traje color del tiempo. Su cuarto era tan pequeño que no se podía extender la cola de aquel magnífico vestido. La linda princesa se miraba y se admiraba a sí misma con razón, de modo que, para no aburrirse, decidió ponerse por turno todas sus hermosas tenidas los días de fiesta y los domingos, lo que hacía puntualmente. Con un arte admirable, adornaba sus cabellos mezclando flores y diamantes; a menudo suspiraba pensando que los únicos testigos de su belleza eran sus corderos y sus pavos que la amaban igual con su horrible piel de asno, que había dado origen al apodo con que la nombraban en la granja.
Un día de fiesta en que Piel de Asno se había puesto su vestido color del sol, el hijo del rey, a quien pertenecía esta granja, hizo allí un alto para descansar al volver de caza. El príncipe era joven, hermoso y apuesto; era el amor de su padre y de la reina su madre, y su pueblo lo adoraba. Ofrecieron a este príncipe una colación campestre, que él aceptó; luego se puso a recorrer los gallineros y todos los rincones.
Yendo así de un lugar a otro entró por un callejón sombrío al fondo del cual vio una puerta cerrada. Llevado por la curiosidad, puso el ojo en la cerradura. ¿pero qué le pasó al divisar a una princesa tan bella y ricamente vestida, que por su aspecto noble y modesto, él tomó por una diosa? El ímpetu del sentimiento que lo embargó en ese momento lo habría llevado a forzar la puerta, a no mediar el respeto que le inspirara esta persona maravillosa.
Tuvo que hacer un esfuerzo para regresar por ese callejón oscuro y sombrío, pero lo hizo para averiguar quién vivía en ese pequeño cuartito. Le dijeron que era una sirvienta que se llamaba Piel de Asno a causa de la piel con que se vestía; y que era tan mugrienta y sucia que nadie la miraba ni le hablaba, y que la habían tomado por lástima para que cuidara los corderos y los pavos.
El príncipe, no satisfecho con estas referencias, se dio cuenta de que estas gentes rudas no sabían nada más y que era inútil hacerles más preguntas. Volvió al palacio del rey su padre, indeciblemente enamorado, teniendo constantemente ante sus ojos la imagen de esta diosa que había visto por el ojo de la cerradura. Se lamentó de no haber golpeado a la puerta, y decidió que no dejaría de hacerlo la próxima vez.
Pero la agitación de su sangre, causada por el ardor de su amor, le provocó esa misma noche una fiebre tan terrible que pronto decayó hasta el más grave extremo. La reina su madre, que tenía este único hijo, se desesperaba al ver que todos los remedios eran inútiles. En vano prometía las más suntuosas recompensas a los médicos; éstos empleaban todas sus artes, pero nada mejoraba al príncipe. Finalmente, adivinaron que un sufrimiento mortal era la causa de todo este daño; se lo dijeron a la reina quien, llena de ternura por su hijo, fue a suplicarle que contara la causa de su mal; y aunque se tratara de que le cedieran la corona, el rey su padre bajaría de su trono sin pena para hacerlo subir a él; que si deseaba a alguna princesa, aunque se estuviera en guerra con el rey su padre y hubiese justos motivos de agravio, sacrificarían todo para darle lo que deseaba; pero le suplicaba que no se dejara morir, puesto que de su vida dependía la de sus padres. La reina terminó este conmovedor discurso no sin antes derramar un torrente de lágrimas sobre el rostro de su hijo.
—Señora —le dijo por fin el príncipe, con una voz muy débil— no soy tan desnaturalizado como para desear la corona de mi padre; ¡quiera el cielo que él viva largos años y me acepte durante mucho tiempo como el más respetuoso y fiel de sus súbditos! En cuanto a las princesas que me ofreces; aún no he pensado en casarme; y bien sabes que, sumiso como soy a sus voluntades, los obedeceré siempre, a cualquier precio.
—¡Ah!, hijo mío —repuso la reina— ningún precio es muy alto para salvarte la vida; mas, querido hijo, salva la mía y la del rey tu padre, diciéndome lo que deseas, y ten la plena seguridad que te será acordado.
—¡Pues bien!, señora —dijo él— si tengo que descubrirte mi pensamiento, te obedeceré. Me sentiría un criminal si pongo en peligro dos cabezas que me son tan queridas. Sí, madre mía, deseo que Piel de Asno me haga una torta y tan pronto como esté hecha, me la traigan.

La reina, sorprendida ante este extraño nombre, preguntó quién era Piel de Asno.
—Es, señora —replicó uno de sus oficiales que por casualidad había visto a esa niña—, la sabandija más vil después del lobo; una mugrienta que vive en la granja de usted y que cuida sus pavos.
—No importa —dijo la reina—, mi hijo, al volver de caza, ha probado tal vez su pastelería; es una fantasía de enfermo. En una palabra, quiero que Piel de Asno, puesto que de Piel de Asno se trata, le haga ahora mismo una torta.
Corrieron a la granja y llamaron a Piel de Asno para ordenarle que hiciera con el mayor esmero una torta para el príncipe.
Algunos autores sostienen que Piel de Asno, cuando el príncipe había puesto sus ojos en la cerradura, con los suyos lo había visto; y que en seguida, mirando por su ventanuco, había mirado a aquel príncipe tan joven, tan hermoso y bien plantado que no había podido olvidar su imagen y que a menudo ese recuerdo le arrancaba suspiros.
Como sea, si Piel de Asno lo vio o había oído decir de él muchos elogios, encantada de hallar una forma para darse a conocer, se encerró en su cuartucho, se sacó su fea piel, se lavó manos y rostro, peinó sus rubios cabellos, se puso un corselete de plata brillante, una falda igual, y se puso a hacer la torta tan apetecida: usó la más pura harina, huevos y mantequilla fresca. Mientras trabajaba, ya fuera adrede o de otra manera, un anillo que llevaba en el dedo cayó dentro de la masa y se mezcló a ella. Cuando la torta estuvo cocida, se colocó su horrible piel y fue a entregar la torta al oficial, a quien le preguntó por el príncipe; pero este hombre, sin dignarse contestar, corrió donde el príncipe a llevarle la torta.
El príncipe la arrebató de manos de aquel hombre y se la comió con tal avidez que los médicos presentes no dejaron de pensar que este furor no era buen signo. En efecto, el príncipe casi se ahogó con el anillo que encontró en uno de los pedazos, pero se lo sacó diestramente de la boca; y el ardor con que devoraba la torta se calmó, al examinar esta fina esmeralda montada en un junquillo de oro cuyo círculo era tan estrecho que, pensó él, sólo podía caber en el más hermoso dedito del mundo.
Besó mil veces el anillo, lo puso bajo sus almohadas, y lo sacaba cada vez que sentía que nadie lo observaba. Se atormentaba imaginando cómo hacer venir a aquélla a quien este anillo le calzara; no se atrevía a creer, si llamaba a Piel de Asno que había hecho la torta, que le permitieran hacerla venir; no se atrevía tampoco a contar lo que había visto por el ojo de la cerradura temiendo ser objeto de burla y tomado por un visionario; acosado por todos estos pensamientos simultáneos, la fiebre volvió a aparecer con fuerza. Los médicos, no sabiendo ya qué hacer, declararon a la reina que el príncipe estaba enfermo de amor. La reina acudió donde su hijo acompañada del rey que se desesperaba.
—Hijo mío, hijo querido —exclamó el monarca afligido— nómbranos a la que quieres. Juramos que te la daremos, aunque fuese la más vil de las esclavas.
Abrazándolo, la reina le reiteró la promesa del rey. El príncipe, enternecido por las lágrimas y caricias de los autores de sus días, les dijo:

—Padre y madre míos, no me propongo hacer una alianza que les disguste. Y en prueba de esta verdad —añadió, sacando la esmeralda que escondía bajo la cabecera— me casaré con aquella a quien le venga este anillo; y no parece que la que tenga este precioso dedo sea una campesina ordinaria.
El rey y la reina tomaron el anillo, lo examinaron con curiosidad, y pensaron, al igual que el príncipe, que este anillo no podía quedarle bien sino a una joven de alta alcurnia. Entonces el rey, abrazando a su hijo y rogándole que sanara, salió, hizo tocar los tambores, los pífanos y las trompetas por toda la ciudad, y anunciar por los heraldos que no tenían más que venir al palacio a probarse el anillo; y aquella a quien le cupiera justo se casaría con el heredero del trono.
Las princesas acudieron primero, luego las duquesas, las marquesas y las baronesas; pero por mucho que se hubieran afinado los dedos, ninguna pudo ponerse el anillo. Hubo que pasar a las modistillas que, con ser tan bonitas, tenían los dedos demasiado gruesos. El príncipe, que se sentía mejor, hacía él mismo probar el anillo.

Al fin les tocó el turno a las camareras, que no tuvieron mejor resultado. Ya no quedaba nadie que no hubiese ensayado infructuosamente la joya, cuando el príncipe pidió que vinieran las cocineras, las ayudantes, las cuidadoras de rebaños. Todas acudieron, pero sus dedos regordetes; cortos y enrojecidos no dejaron pasar el anillo más allá de la una.
—¿Hicieron venir a esa Piel de Asno que me hizo una torta en días pasados? —preguntó el príncipe.
Todos se echaron a reír y le dijeron que no, era demasiado inmunda y repulsiva.
—¡Que la traigan en el acto! —dijo el rey—. No se dirá que yo haya hecho una excepción.
La princesa, que había escuchado los tambores y los gritos de los heraldos, se imaginó muy bien que su anillo era lo que provocaba este alboroto. Ella amaba al príncipe y como el verdadero amor es timorato y carece de vanidad, continuamente la asaltaba el temor de que alguna dama tuviese el dedo tan menudo como el suyo. Sintió, pues, una gran alegría cuando vinieron a buscarla y golpearon a su puerta.
Desde que supo que buscaban un dedo adecuado a su anillo, no se sabe qué esperanza la había llevado a peinarse cuidadosamente y a ponerse su hermoso corselete de plata con la falda llena de adornos de encaje de plata, salpicados de esmeraldas. Tan pronto como oyó que golpeaban a su puerta y que la llamaban para presentarse ante el príncipe, se cubrió rápidamente con su piel de asno, abrió su puerta y aquellas gentes, burlándose de ella, le dijeron que el rey la llamaba para casarla con su hijo. Luego, en medio de estruendosas risotadas, la condujeron donde el príncipe quien, sorprendido él mismo por el extraño atavío de la joven, no se atrevió a creer que era la misma que había visto tan elegante y bella. Triste y confundido por haberse equivocado, le dijo:
—¿Eres tú la que habita al fondo de ese callejón oscuro, en el tercer gallinero de la granja?
—Sí, su señoría —respondió ella.
—Muéstrame tu mano —dijo él temblando y dando un hondo suspiro.
¡Señores! ¿quién quedó asombrado? Fueron el rey y la reina, así como todos los chambelanes y los grandes de la corte, cuando de adentro de esa piel negra y sucia, se alzó una mano delicada, blanca y sonrosada, y el anillo entró sin esfuerzo en el dedito más lindo del mundo; y, mediante un leve movimiento que hizo caer la piel, la infanta apareció de una belleza tan deslumbrante que el príncipe, aunque todavía estaba débil, se puso a sus pies y le estrechó las rodillas con un ardor que a ella la hizo enrojecer. Pero casi no se dieron cuenta pues el rey y la reina fueron a abrazar a la princesa, pidiéndole si quería casarse con su hijo.
La princesa, confundida con tantas caricias y ante el amor que le demostraba el joven príncipe, iba, sin embargo, a darles las gracias, cuando el techo del salón se abrió, y el hada de las Lilas, bajando en un carro hecho de ramas y de las flores de su nombre, contó, con infinita gracia, la historia de la infanta.

El rey y la reina, encantados al saber que Piel de Asno era una gran princesa, redoblaron sus muestras de afecto; pero el príncipe fue más sensible ante la virtud de la princesa, y su amor creció al saberlo. La impaciencia del príncipe por casarse con la princesa fue tanta, que a duras penas dio tiempo para los preparativos apropiados a este augusto matrimonio.
El rey y la reina, que estaban locos con su nuera, le hacían mil cariños y siempre la tenían abrazada. Ella había declarado que no podía casarse con el príncipe sin el consentimiento del rey su padre. De modo que fue el primero a quien le enviaran una invitación, sin decirle quién era la novia; el hada de las Lilas, que supervigilaba todo, como era natural, lo había exigido a causa de las consecuencias.
Vinieron reyes de todos los países; unos en silla de manos, otros en calesa, unos más distantes montados sobre elefantes, sobre tigres, sobre águilas: pero el más imponente y magnífico de los ilustres personajes fue el padre de la princesa quien, felizmente, había olvidado su amor descarriado y contraído nupcias con una viuda muy hermosa que no le había dado hijos.
La princesa corrió a su encuentro; él la reconoció en el acto y la abrazó con una gran ternura, antes de que ella tuviera tiempo de echarse a sus pies. El rey y la reina le presentaron a su hijo, a quien colmó de amistad. Las bodas se celebraron con toda pompa imaginable. Los jóvenes esposos, poco sensibles a estas magnificencias, sólo tenían ojos para ellos mismos.
El rey, padre del príncipe, hizo coronar a su hijo ese mismo día y, besándole la mano, lo puso en el trono, pese a la resistencia de aquel hijo bien nacido; pero había que obedecer.
Las fiestas de esta ilustre boda duraron cerca de tres meses y el amor de los dos esposos todavía duraría si los dos no hubieran muerto cien años después.

MORALEJA
El cuento de Piel de Asno parece exagerado; pero mientras existan en el mundo criaturas y haya madres y abuelas que narren aventuras, estará su recuerdo conservado.




También puedes leerlo en:
https://arescronida.wordpress.com/cuentos/cuentos-clasicos/piel-de-asno-charles-perrault/



"LOS MÚSICOS DE BREMEN"


Un pobre labrador tenía un asno que le había servido lealmente durante muchos años, pero cuyas  fuerzas se habían debilitado de manera que ya no servía para el trabajo. El amo pensó en desollarle para aprovechar la piel, pero el asno, comprendiendo que el viento soplaba de mala parte, se escapó y tomó el camino de Bremen.
-Allí, -dijo-, podré hacerme músico de la municipalidad.
Después de haber andado por algún tiempo, encontró en el camino un perro de caza, que ladraba como un animal cansado de una larga carrera.
-¿Por qué ladras así, camarada? -le dijo.
-¡Ah! -contestó el perro; porque soy viejo, voy perdiendo fuerzas de día en día, y no puedo ir a cazar, mi amo ha querido matarme; yo he tomado las de Villadiego; pero ¿cómo me arreglaré para ganarme el pan?
-No tengas cuidado, repuso el asno; yo voy a Bremen para hacerme músico de la ciudad; ven conmigo y procura te reciban también en la banda. Yo tocaré el laúd, y tú tocarás los timbales.
El perro aceptó y continuaron juntos su camino. Un poco más adelante encontraron un gato echado en el camino con una cara bien triste, porque hacía tres días que estaba lloviendo.
-¿Qué tienes, viejo bigotudo? -le dijo el asno.
-Cuando está en peligro la cabeza, no tiene uno muy buen humor, -respondió el gato-; porque mi edad es algo avanzada, mis dientes están un poco gastados, y me gusta más dormir junto al hogar que correr tras los ratones, mi amo ha querido matarme, me he salvado; pero ¿qué he de hacer ahora?, ¿adónde he de ir?
-Ven con nosotros a Bremen, tú entiendes muy bien la música nocturna, y te harás como nosotros músico de la municipalidad.
Agradó al gato el consejo y partió con ellos. Nuestros viajeros pasaron bien pronto por delante de un corral encima de cuya puerta había un gallo que cantaba con todas sus fuerzas.
-¿Por qué gritas de esa manera? -dijo el asno.
-Estoy anunciando el buen tiempo, -contestó el gallo-, y como mañana es domingo hay una gran comida en casa, y el ama sin la menor compasión ha dicho a la cocinera que me comerá con el mayor gusto con arroz, y esta noche tiene que retorcerme el pescuezo. Así he gritado con todas mis fuerzas, no sin cierta satisfacción, viendo que respiro todavía.
-Cresta roja, -dijo el asno-; vente con nosotros a Bremen; en cualquier parte encontrarás una cosa mejor que la muerte. Tú tienes buena voz, y cuando cantemos juntos, haremos un concierto admirable.
Agradó al gallo la propuesta y echaron a andar los cuatro juntos; pero no podían llegar en aquel día a la ciudad de Bremen; al anochecer pararon en un bosque, donde decidieron pasar la noche. El asno y el perro se colocaron debajo de un árbol muy grande; el gato y el gallo ganaron su copa, y el gallo voló todavía para colocarse en lo más elevado, donde se creía más seguro. Antes de dormirse, cuando paseaba sus miradas hacia los cuatro vientos, le pareció ver a lo lejos como una luz y dijo a sus compañeros que debía haber alguna casa cerca, pues se distinguía bastante claridad.
-Siendo así, -contestó el asno-, desalojemos y marchemos deprisa hacia ese lado, pues esta posada no es muy de mi gusto.
A lo cual añadió el perro:
-En efecto, no me vendrían mal algunos huesos con su poco de carne.
Se dirigieron hacia el punto de donde salía la luz; no tardaron en verla brillar y agrandarse, hasta que al fin llegaron a una casa de ladrones muy bien iluminada.
El asno, que era el más grande de todos, se acercó a la casa y miró dentro.
-¿Qué ves, rucio? -le preguntó el gallo.
-¿Que qué veo? -dijo el asno-. Una mesa llena de manjares y botellas y alrededor los ladrones, que según parece no se dan mal trato.
-¡Qué buen negocio sería ese para nosotros! -añadió el gallo.
-De seguro, repuso el asno; ¡ah!, ¡si estuviéramos dentro!
Comenzaron a idear un medio para echar de allí a los ladrones y al fin le encontraron. El asno se puso debajo, colocando sus pies delanteros encima del poyo de la ventana; el perro montó sobre la espalda del asno, el gato trepó encima del perro, y el gallo voló y se colocó encima de la cabeza del gato. Colocados de esta manera, comenzaron todos su música a una señal convenida. El asno comenzó a rebuznar, el perro a ladrar, el gato a maullar y el gallo a cantar, después se precipitaron por la ventana dentro del cuarto rompiendo los vidrios, que volaron en mil pedazos. Los ladrones, al oír aquel espantoso ruido, creyeron que entraba en la sala algún espectro y escaparon asustados al bosque. Entonces los cuatro compañeros se sentaron a la mesa, se arreglaron con lo que quedaba y comieron como si debieran ayunar un mes.
Apenas hubieron concluido los cuatro instrumentistas, apagaron las luces y buscaron un sitio para descansar cada uno conforme a su gusto. El asno se acostó en el estiércol, el perro detrás de la puerta, el gato en el hogar, cerca de la ceniza caliente, el gallo en una viga, y como estaban cansados de su largo viaje, no tardaron en dormirse. Después de medianoche, cuando los ladrones vieron desde lejos que no había luz en la casa y que todo parecía tranquilo, les dijo el capitán.
-No hemos debido dejarnos derrotar de esa manera.
Y mandó a uno de los suyos que fuese a ver lo que pasaba en la casa. El enviado lo halló todo tranquilo; entró en la cocina y fue a encender la luz; cogió una pajuela y como los inflamados y brillantes ojos del gato le parecían dos ascuas, acercó a ellos la pajuela para encenderla; mas como el gato no entendía de bromas, saltó a su cara y le arañó bufando. Lleno de un horrible miedo corrió nuestro hombre para huir hacia la puerta, mas el perro, que estaba echado detrás de ella, se tiró a él y le mordió una pierna; cuando pasaba por el corral al lado del estiércol, le soltó un par de coces el asno, mientras el gallo, despierto con el ruido y alerta ya, gritaba: ¡quiquiriquí! -desde lo alto de la viga.
El ladrón corrió a toda prisa hacia donde estaba su capitán y le dijo:
-Hay en nuestra casa una horrorosa hechicera que me ha arañado, bufando, con sus largas uñas; junto a la puerta se halla un hombre armado con un enorme cuchillo, que me ha atravesado la pierna; se ha aposentado en el patio un monstruo negro que me ha aporreado con los golpes de su maza, y en lo alto del techo se ha colocado el juez que gritaba:
-¡Traédmele aquí, traédmele aquí, delante de mí! -por lo que he creído debía huir.
Desde entonces no se atrevieron los ladrones a entrar más en la casa, y los cuatro músicos de
Bremen se hallaban tan bien en ella que no quisieron abandonarla.



También puedes leerlo en:
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"HANSEL Y GRETEL"


Érase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimonio después de que la madre de los niños falleciera. El leñador quería mucho a sus hijos pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo:
-No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa.
El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo:
-Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?
Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido de abandonar a los niños en el bosque. Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres.
-Gretel -dijo Hansel a su hermana- no te preocupes que ya tengo la solución.
A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dio un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque.
Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caído y les dijeron:
-Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar.
Por largas horas los niños esperaron hasta que se hizo de noche, ellos permanecieron juntos al fuego, tranquilos porque oían a lo lejos un CLAP-CLAP, que supusieron sería el hacha de su padre trabajando todavía. Pero ignoraban que su madrastra había atado una rama a un árbol para que hiciera ese ruido al ser movida por el viento. Cuando la noche se hizo más oscura Gretel decidió que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que debían esperar que saliera la luna y así lo hicieron, cuando la luna iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel fue como si hubiera delante de ellos un camino de plata.
A la mañana siguiente los dos niños golpearon la puerta de su padre:
-¡Hemos llegado! -gritaron los niños, la madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró inmensamente, porque lamentaba mucho lo que había hecho.
Vivieron nuevamente los cuatro juntos un tiempo más, pero a los pocos días, una hambruna aún más terrible que la anterior volvió a devastar la región. El leñador no quería separarse de sus hijos pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. Los niños oyeron esto una segunda vez, pero esta vez Hansel no pudo salir a recoger los guijarros porque su madrastra había cerrado con llave la puerta para que los niños no se pudieran escapar.
-No importa -le dijo Hansel a Gretel- no te preocupes, que algo se me ocurrirá mañana.
Aún no había salido el sol cuando los cuatros dejaron la casa, Hansel fue dejando caer a lo largo del camino, las miguitas del pan que le había dado antes de partir la malvada madrastra. Nuevamente los dejaron junto al fuego, en lo profundo del bosque y esperaron mucho tiempo allí sentados, cuando estaba oscureciendo quisieron volver a casa. ¡Oh!, que gran sorpresa se llevaron los niños cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel se las habían comido las aves del bosque y no quedaba ni una solita.
Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso y oscuro del que no podían hallar la salida. Vagaron durante muchas horas hasta que por fin, encontraron un claro donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces! Los techos eran de chocolate, las paredes de mazapán, las ventanas de caramelo, las puertas de turrón, el camino de confites.
-¡Un verdadero manjar! -dijo Hansel quien corrió hacia la casita diciendo a su hermana-: ¡Ven Gretel, yo comeré del techo y tú podrás comerte las ventanas!
Y así diciendo y corriendo, los niños se abalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla sin notar que, sigilosamente salía a su encuentro una malvada bruja que inmediatamente los llamó y los invitó a seguir.
-Veo que querían comer mi casa -dijo la bruja-. Pues ahora ¡yo los voy a comer a ustedes! -y los tomó prisioneros. Y así diciendo los examinó-: Tú, la niña -dijo mirando a Gretel- me servirás para ayudarme mientras engordamos al otro que está muy flacucho y así no me lo puedo comer, pues solo lamería los huesos.
Y sin prestar atención a las lágrimas de los niños tomó a Hansel y lo metió en un diminuto cuarto esperando el día en que estuviese lo suficientemente gordo para comérselo. Una noche, mientras la bruja dormía los niños empezaron a crear un plan.
-Como la bruja es muy corta de vista -dijo Gretel- cuando ella te pida que le muestres uno de tus dedos para sentir si ya estas rellenito, tú lo que vas a sacar por entre los barrotes de la jaula es este huesito de pollo, de forma tal que la bruja sienta lo huesudo de tu mano y decida esperar un tiempo más -y ambos estuvieron de acuerdo con la idea. Sin embargo, y como era de esperarse, esa situación no podía durar por siempre, y un mal día la bruja vociferó:
-Ya estoy cansada de esperar que este niño engorde. Come y come todo el día y sigue flaco como el día que llegó.
Entonces encendió un gigantesco horno y le gritó a Gretel:
-Métete dentro para ver si ya está caliente -pero la niña, que sabía que en realidad lo que la bruja quería era atraparla dentro para comérsela también, le replicó:
-No sé cómo hacerlo.
-Quítate -gritó la bruja, moviendo los brazos de lado a lado y lanzando maldiciones a diestra y siniestra-, estoy fastidiada -le dijo-: Si serás tonta. Es lo más fácil del mundo, te mostraré cómo hacerlo.
Y se metió dentro del horno. Gretel, sin dudar un momento, cerró la pesada puerta y dejó allí atrapada a la malvada bruja que, dando grandes gritos pedía que la sacaran de aquel gran horno, fue así como ese día la bruja murió quemada en su propia trampa. Gretel corrió entonces junto a su hermano y lo liberó de su prisión.
Entonces los niños vieron que en la casa de la bruja había grandes bolsas con montones de piedras preciosas y perlas. Así que llenaron sus bolsillos lo más que pudieron y a toda prisa dejaron aquel bosque encantado. Caminaron y caminaron sin descansar y finalmente dieron con la casa de su padre quien al verlos llegar se llenó de júbilo porque desde que los había abandonado no había pasado un solo día sin que lamentase su decisión. Los niños corrieron a abrazarlo y una vez que se hubieron reencontrado, les contó que la malvada esposa había muerto y que nunca más volvería a lastimarlos, los niños entonces recordaron y vaciaron sus bolsillos ante los incrédulos ojos de su padre que nunca más debió padecer necesidad alguna.




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Análisis y adaptación de cada uno de los textos

  • El primer cuento escogido es “Piel de asno”, también conocido como “Toda clase de pieles” o “Todo tipo de pieles”.  Personalmente escogí este cuento porque el día que mi profesora Irune lo contó en clase, me quedé embelesada y embobada y no podía parar de escuchar todo lo que iba diciendo. Por otro lado, mi mente, imaginaba cada uno de los paisajes, de los personajes como si de una niña me tratase, con esa imaginación y esa ilusión que (por desgracia) sólo los niños suelen tener.

Utilizaría este libro, aunque adaptándolo, a una edad de 12 años. Al tratarse de un cuento folclórico es importante que lo adaptemos a la edad ya que los cuentos folclóricos, aunque equivocadamente se crea que sí, no son cuentos infantiles. Esta historia narra la historia de un matrimonio, la reina muere al coger una extraña enfermedad y le pide al rey, antes de morir, que debe volver a casarse con una mujer más bella que ella y que después terminará siendo su hija. Moralmente, que un padre se case con su hija no es algo bueno por eso es algo que cambiaría, y en vez de casarla con el padre la casaría con otro príncipe al que ella no quiere y de ahí su fuga;  cambiaría todas esas cosas que no se adecuen a la edad. Así como una pequeña adaptación respecto al vocabulario, hacíendolo más claro y sencillo.

Por ejemplo: Cuando dice "de su casto himeneo", lo cambiaría como "por fruto de su amor nació..."

La narración de este cuento la haría durante la hora de lengua, cuando diésemos el temario de los relatos, cuentos, novelas y les haría adentrarse en el mundo de la imaginación y el misterio sobre todos en esos días por la tarde en los que los niños ya están cansados y no asimilan tanta información como a primera hora de la mañana. Y hablo de misterio porque esta historia esconde detrás un misterio, el de la hija del rey o también conocida como “Todo tipo de pieles” y cómo se llega a descubrir quién es, las hazañas que pasa…Para mantener a los niños con la intriga iría preguntando durante la narración ¿y ahora que creéis que pasará?; esto les ayudará a pensar posibles finales y a estar atentos de la historia siendo participativos e imaginativos.
Al final la narración, les haría preguntas para  saber si han seguido la historia, que piensas sobre lo que han escuchado y que además ellos vayan aprendiendo a forjar su propia identidad, igual que le pasaba a “Todo tipo de pieles”. 

A los 12 años, los niños se encuentran en una etapa evolutiva en la que están forjando su identidad, una identidad que suele ser estable hasta que llega la adolescencia, en este caso la preadolescencia. Es importante que los niños sepan quiénes son, que les gusta que no, por qué actúan de una manera o de otra; aprovecharía la narración de esa historia para hacer preguntas como: 
-¿Si nadie supiera quien eres, quien serías?
- ¿Si no pudieses decir tu nombre qué dirías?
- ¿Por qué es importante tener un nombre?
- ¿Qué te parece que “Todo tipo de pieles” tenga que casarse con alguien que no quiere?
-¿Qué te parece el final de la historia?
-¿Qué valores sacas tras haber escuchado esta historia?
Gracias a este tipo de preguntas, intentaría lograr un debate en clase donde todos expresen su opinión y forjen sus pensamientos e identidad.

La historia de todo tipo de pieles está cargada de simbología.

Uno de los primeros símbolos que aparecen en la historia es el de la superación, momento que vemos reflejado en el que el rey pierde a su esposa y a pesar de su tristeza es capaz de salir adelate siguiendo la promesa que le hizo a su amada mujer que era casarse con alguien más bello que ella.
al haber adaptado la historia, este momento se vería reflejado de igual forma pero la promesa sería que casara a su hija con el príncipe del reino más próximo, un píncipe al que su hija no quería.

El hada, sin embargo, representa por un lado la confianza y por el otro lado el rencor. La confianza se refleja en el momento en el que la niña acude a su hada madrina para que la ayude y esta la aconseja pedir deseos imposibles para no tener que casarse con quien no quiere. Y por tro lado el rencor, momento en que el hada aconseja a la niña escaparse por rencor hacia el rey por algo que había pasado años atrás y ella quería hacerle daño con la fuga de lo que ahora más quería, que era su hija.

El abrazo que "Todo tipo de pieles" y su padre se dan al final de la historia representa el amor de los padres. Esas personas que a pesar de que hagamos las cosas mal siempre están ahí dispuestos a ayudarnos y apoyarnos, un pilar fundamental en la vida de muchas personas y sobre tdo un pilar fundamental en la infancia.

Todos estos son valores que podemos trabajar en unaa clase de sexto de primaria a través de las preguntas que he formulado anteriormente.



  • El segundo cuento escogido es el de “Los músicos de Bremen”.  Cuando encontré este cuento, se me vino a la cabeza la serie de televisión “Los trotamúsicos”, una serie que emitió TVE y que recuerdo haber visto alguna vez con mis dos hermanas mayores. Aunque en la serie no se trata la misma historia que en el cuento, recuerdo a mi madre sentada en la cama contándonos este cuento antes de irnos a dormir. En este caso, la elección del cuento folclórico ha sido por un recuerdo de la infancia que me produce mucha añoranza y felicidad.

Utilizaría este libro para una edad de 6 años. Al haber animales y sus sonidos característicos, conseguiremos que los niños centren la atención en la historia, estén motivados y la vayan siguiendo con atención. Además presenta un argumento de acción divertida y  un hilo conductor fácil de seguir.
Este cuento narra la historia de un burro maltratado que iba a ser sacrificado por ser viejo y decide escapar y se dirige a vivir como músico callejero en Bremen. Por el camino va encontrando sucesivamente a un perro, un gato y un gallo que han huido de sus casas en situaciones parecidas, y todos se van uniendo al grupo con la intención de crear un conjunto musical. Al caer la noche, los animales ven la luz de una casa y al acercarse descubren que es la guarida de unos ladrones, a quienes asustan haciéndoles creer que son un fantasma, subiéndose unos encima de otros y cantando todos a la vez. Después de que el grupo cena y se echa a dormir, uno de los ladrones regresa, pero al ser atacado por todos los animales a la vez, huye despavorido creyendo que allí viven brujas y más seres peligrosos. Y los animales, felices, se quedana vivir en la casa.

Gracias a la narración de este tipo de cuentos podemos fomentar en la clase valores como el trabajo en equipo, el valor, la determinación, la empatía y sobre todo temas como la integración.

Como actividad previa a la narración se puede preguntar a los niños qué animales conocen para ya luego empezar. Durante la lectura  es importante mantener su atención, algo que será fácil debido al juego de sonidos que el propio cuento nos da para hacer y como actividad final se les puede hacer preguntas como:
- ¿Vosotros sabeis tocar algún instrumento ?
- ¿Te gustaría tocar alguno?
-¿Por qué sus dueños ya no querían al burro? ¿Te parece bien?
-¿Tus abuelos que hacen en su tiempo libre?
-¿Por qué somos todos importantes?

Todas estas preguntas dan juego a que todos los niños hablen y expresen sus ideas.

Como ocurre con la mayoría de cuentos, esta historia también está cargada de simbología que puede ser tratada en aula.
Por una lado encontramos valores como la empatía y la  generosidad. El asno demuestra lo importante que es ayudar a las personas aunque sean completos desconocidos. Se compadece del perro, el gato y el gallo, y no duda en ayudarles a huir de una muerte segura


El valor y la determinación cuando animales son conscientes de que se hacen mayores y ya no sirven para lo que sus dueños quieren, así que se arman de valor para emprender el viaje a Bremen, aun sin saber a qué se van a tener que enfrentar por el camino.

El trabajo en equipo cuando los ladrones intentan regresar a la casa, el gato, el perro, el asno y el gallo se valen de sus mejores cualidades y trabajan unidos para echarlos de allí.



  • El tercer cuento escogido es el de “Hansel y Gretel”, un cuento que he querido escoger porque me recuerda a mi abuela y su afán por darme de comer.

Utilizaría este libro para la edad de 12 años, una edad donde los niños empiezan a ser mas consientes de los problemas que hay en el mundo y en la sociedad o incluso en su propia casa y son capaces de aportar, gracias a su proceso de maduración, algunas ideas o soluciones. Esta historia refleja el paso de niño a joven, momento en el que se encuentran a esta edad. Hansel y Gretel eran dos niños inocentes que viéndose en una situación límite tuvieron que ingeniárselas para poder salir adelante. Al igual que Hansel y Gretel, los niños en esta edad deberán ser conscientes de muchos de sus problemas y tomar decisiones.
Además de eso, podemos trabajar valores como el trabajo en equipo o el valor de la familia en especial de los hermanos.

Para ello haría preguntas posteriores como: 
-¿Qué harías tú al enfrentarte a un problema de este tipo? 
-¿A quien lo contarías?
- ¿Alguna vez has tenido un problema y no has sabido a quien contarlo?
-¿Conoces a alguien que haya vivido una situación similar a la que aparece en la historia?
-¿Colaboras o concoes a alguien que lo haga con alguna ONG para ayudar a los más necesitados?

La historia de Hansel y Gretel al igual que las dos anteriores esta cargada de simbología.

La madrastra, representa a la gente egoísta, que no piensa en el bien de los demás. Siempre nos vamos a topar a gente así en la vida, pero no podemos dejarnos influenciar, si no siempre tratar de hacer lo correcto y enfrentar a esas personas si es necesario.

El momento en el que la bruja les tenía capturados les tenía capturados representa el trabajo en equipo. En la vida, va a haber muchas veces que estamos decaídos en situaciones muy difíciles, y sólo con un poco de concentración y sabiduría,  vamos a lograr superar esos obstáculos.

Creo que este cuento es adecuado para esta edad ya que a esta edad empiezan a ser más maduros y son capaces de entender que a vida, siempre nos va a poner obstáculos a los que nos tenemos que enfrentar, por más de que sean difíciles. Hansel y Gretel, es una historia que nos  enseña muchas de las buenas virtudes que nos van a ayudar a salir adelante en todas esas situaciones. Podemos darnos cuenta como la inteligencia y la prudencia son muy importantes, y también como el apoyo familiar define muchas cosas en nuestras vidas. Nunca nos debemos de dar por vencidos, y siempre tratar de hacer lo correcto en cada situación.


Webgrafía

https://arescronida.wordpress.com/cuentos/cuentos-clasicos/piel-de-asno-charles-perrault/

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4 comentarios:

  1. Buenas tardes Esti.

    Decirte, lo primero de todo, que me ha encantado la introducción que has hecho en este blog sobre el folclore en las aulas, me ha parecido muy interesante la forma en la que lo has enfocado.

    Comentarte varios aspectos que pueden mejorar la lectura de tu post: el primero de todos, colocaría debajo de cada texto adaptado, el link (si está en internet) de ese texto, más que nada para poder compararlo con el original. Otra de las cosas que yo haría sería la de poner al final de cada texto los comentarios del mismo, es decir, en vez de al final de todo el post, debajo de cada texto. Esto es solo una opinión, no es algo que esté mal :)

    También podrías añadir de cada texto los símbolos que hay y que podrían tratarse en las aulas.

    Revisa algunas tildes (y me ha parecido ver un "cosciente" en vez de "coNsciente"). Esto son cosillas que harán de tu post algo perfecto.

    Estaría bien que incluyeras una conclusión del trabajo, como te has sentido haciéndolo, y, una webgrafía y bibliografía (aquí es donde incluiría lo que te comenté al principio de si los textos están en internet).

    Muchas gracias por el post, me ha encantado leerlo ^^

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  2. Muchas gracias por tu comentario María, lo tendré en cuenta para mejorar mi blog :)

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  3. Esti, no esperes a tratar el tema de los relatos en literatura ara narrar cuentos. Los niños leen libros de autor desde 1º y no han estudiado aun las caractarísticas de un libro. Lo mismo ocurre con los cuentos folclóricos: se los contamos desde EI y no es necesario ningún conocimiento previo para disfrutarlos.

    En cuanto a los cambios en el vocabulario de los relatos, ten en cuenta que, si los vas a contar, no solo cambiarás esas palabras o esas estructuras... cambiarás prácticamente todo porque los narrarás con tuas palabras. Cuando hablamos de cambios, nos referimos a cuestiones del contenido.

    Como te comenta Mery, deberías concluir la actividad de forma personal. Por lo demás está genial y si lo completas, será perfecto.

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